Desde hace más de diez años tenía en la cabeza la idea de escribir una novela. Pensaba que sería una buena manera de dar alcance a mis inquietudes filosóficas de una forma narrativa. La idea era recurrente en mí: la pensaba, se me aparecía en las personas, en los paisajes, en las situaciones...
De manera que ya iba siendo hora de ponernos manos a la obra. ¿Tenía que haber empezado antes? Probablemente sí. Pero, como dice un conocido proverbio chino, el mejor momento para plantar un árbol era hace 20 años; el segundo mejor momento es ahora. Así que me puse manos a la obra: planifiqué, hice fichas de personajes, me documenté, garabateé, hice esquemas de la novela... y ya me encuentro escribiendo el primer borrador.
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